Viajar con amigos en vacaciones


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Compartir unas vacaciones con nuestros amigos puede ser una idea brillante. Pero cuando no se tienen en cuenta los pormenores de la convivencia, esta idea puede convertirse de pronto en uno de los peores errores de nuestra vida y, por qué no, en el fin de una larga amistad. Para evitar que esto suceda, te adelantamos algunos de los problemas que pueden ocurrir.

Ir de vacaciones con la familia suele ser algo muy habitual, por lo menos hasta que uno se cansa y quiere viajar por su cuenta, organizando un verano con sus amigos. Pero ir de vacaciones con padres y hermanos tiene una ventaja: que uno vive con ellos y ya sabes exactamente cómo son, qué cosas no les van a gustar y, además, conoces sus hábitos, costumbres y lo que es más importante, su carácter. Esto no implica que no vayan a haber discusiones o problemas, pero al menos uno está acostumbrado a convivir con ellos.

En una familia siempre hay roles preestablecidos que nos ayudan a saber de antemano a qué atenernos. Estos roles incluyen una figura de autoridad, que en estos casos es positiva porque coordina las vacaciones definiendo las tareas que cada uno debe cumplir y también el itinerario. Muchas veces en las familias este rol es compartido por la madre y el padre y cada uno se encarga de coordinar tareas diferentes y de hacerlas cumplir.

Pero ¿Qué pasa cuando no hay un coordinador? ¿Qué pasa en un viaje donde no hay una figura de autoridad? ¿Qué pasa cuando todos quieren mandar al mismo tiempo y hacer actividades diferentes? En un viaje con amigos hay cosas para tener en cuenta que pueden resolver muchos problemas antes de que estos ocurran.

Siempre que se organiza un viaje es frecuente que el destino no se haya decidido y que esto genere una serie de discusiones interminables. No es lo mismo decir “En enero voy a la playa, ¿quieres venir conmigo?”, que decir “¿Vamos de vacaciones juntos?”. Siempre es mejor tener definido de antemano cuál será el destino de las vacaciones antes de proponer el viaje para evitar futuras peleas y que el grupo se disuelva.

El comienzo para planificar unas vacaciones con amigos es el preciso instante en que a alguien se le ocurre hacerlo. Pero la feliz idea se puede convertir en una pésima idea si esa persona no se hace cargo de su rol de organizador. Sin embargo, este rol puede ser engañoso y el organizador puede llegar a creer que esto le da derecho a gobernar sobre el resto y comenzar a programar todas las excursiones y hasta enviarles una notificación por escrito de lo que deberían llevar en su equipaje. Decretar un destino de viaje no es garantía de nada.

El organizador debe estar abierto a otras opciones y a modificar junto con sus amigos y compañeros de ruta las opciones de su viaje. De seguro que si todos participan van a sentir un compromiso mutuo y van a ser de gran ayuda para no delegar en una sola persona todas las responsabilidades: desde comprar los pasajes, hasta elegir la fecha y buscar los mejores precios de hoteles o departamentos.

El primer día es, por muchas razones, uno de los mejores: tienen las vacaciones por delante, tiempo para descansar y, además, todavía no se entró en la vorágine de querer recorrer la ciudad de norte a sur sin dejar nada por conocer. Sin embargo, ese mismo día nos damos cuenta de que no habíamos calculado todo y que estamos en las puertas de una de nuestras peores vacaciones.

Los problemas de la convivencia en general son tres: el dinero, el orden y las responsabilidades. El dinero puede ser la causa de variadas discusiones cuando las personas no comparten el mismo criterio a la hora de hacer compras. Pero además porque a veces no todos tienen la suerte de poder contar con el efectivo que quisieran. Lo mejor es hacer un pozo común para los gastos grupales y acordar cuánto va a llevar cada uno para gastos personales así todos llevar lo mismo y nadie queda relegado a una salida por no tener dinero. Si alquilaron un departamento y piensan cocinar, es importante que planifiquen las compras. Esto toma apenas unos minutos y se aseguran de que todos queden conformes con lo gastado.

El otro problema muy habitual en los viajes grupales es el orden. Casi siempre, en un grupo de más de cuatro personas, hay uno que es desordenado y otro muy ordenado. Cuando el espacio común se ve invadido por la ropa sucia de alguno de nuestros amigos, las peleas comienzan de inmediato. Está claro que es tedioso tomarse vacaciones y ocupar gran parte del tiempo ordenando y limpiando, pero también lo es vivir en un chiquero. Hay que encontrar un equilibrio. Una solución fácil es disponer de ciertos lugares como bolsas de plástico o cajas de cartón para colocar la ropa sucia e intentar dejar todas las pertenencias dentro de la maleta. De esta manera, el desorden y la suciedad permanecen invisibles a los ojos del resto.

Hay que comprender también que las tareas domésticas deben evitarse todo lo que se pueda para no incursionar en el tercer problema que es el de las responsabilidades. Cuando se viaja en grupo, lo más común es rentar una cabaña o un departamento, ya que esto resulta más económico y se pueden compartir los gastos. Pero esta opción tiene una desventaja: estos lugares generalmente no incluyen servicio de limpieza ni tampoco comida.; y alguien tendrá que hacerse cargo de estas tareas diarias que son a la vez incómodas y aburridas. Cada uno tratará de desligarse de ellas como sea. Sin embargo, estas pequeñas obligaciones que tiene cada uno, son en realidad de todo el grupo y es mérito de todos que se cumplan. Por eso, lejos de insistir y recordarle continuamente a alguien que debe lavar la vajilla, se puede hacer la convivencia más amena proponiendo compartir las responsabilidades, planificando las actividades en grupos de a dos. Los responsables actuarán en un grupo y los más haraganes en otro, para evitar que una persona haga el trabajo de dos.

En un viaje grupal a veces se tiene la fantasía de que las actividades deben hacerlas todos juntos. Sin importar lo que pase, todos desayunaremos por la mañana, todos iremos a la playa y el grupo entero irá a la noche al concierto. Esta fantasía puede convertirse rápidamente en una obligación cuando la gran mayoría insiste en permanecer unidos a toda costa. Pero hay que tener en cuenta que no todos tienen las mismas expectativas y quizás algunos prefieran dormir hasta tarde y otros madrugar para no perderse ni un minuto del día. Esto no significa que no estén compartiendo las vacaciones, sucede simplemente que cada persona tiene hábitos diferentes. No se puede decretar una actividad y hacerla cumplir a rajatabla, pero se supone que si uno viaja con un grupo de amigos va a pasar gran parte del tiempo con ellos.

Cuando no coincidan todos en la misma salida, pueden pautar un horario y lugar de encuentro con el resto del grupo. De esta manera, los que deseaban recorrer el circuito turístico tienen la posibilidad de pasar el resto del día con los que prefirieron quedarse en la playa. Pero las vacaciones pueden resultar un tanto solitarias cuando el programa de nuestros compañeros no nos atrae, o sus horarios nos resultan molestos. Es muy común oír anécdotas de viajes grupales en donde las personas se dividen entre los que madrugan y los que salen toda la noche y luego duermen hasta tarde. Este tipo de viajes es muy acertado ya que nadie tiene que resignarse a ir a sitios que no quiere. Esto cambia cuando uno no congenia con ninguna de las posibilidades.

Entonces comienzan las vacaciones más aburridas de nuestra vida. Siempre que se pueda hay que tomar dos recaudos para no ser parte de este lamentable ejemplo. Lo primero es asegurarse de qué tipo de cosas suelen hacer nuestros amigos en las vacaciones para no llevarnos amargas sorpresas y lo segundo es ir siempre con alguien que comparta nuestros ritmos e inquietudes.

También es bueno no cerrarse a una sola opción y saber ceder. A veces las salidas menos prometedoras resultan ser las más divertidas y el fruto de las más desopilantes anécdotas. En un viaje grupal hay que saber frenar a tiempo cuando el itinerario se vuelve agotador y animarse a decidir por uno mismo cuándo es tiempo de abandonar por unos días las salidas nocturnas y dedicarse al ocio tiempo completo. Y si finalmente nadie nos acompaña en nuestra siesta, no es un pecado quedarse solo por unas horas. Las vacaciones están hechas para descansar y a eso fuimos.

Encontrar un equilibrio es parte de la aventura de viajar con amigos. No encontrarlo puede hacer la diferencia entre un viaje inolvidablemente bueno y uno decididamente olvidable.

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