Llegar a Maní es internarse a una de las huellas más grande que marcan la historia maya en Yucatán,
con testimonios que están hoy de pie y dejan sin habla. Pocos
acontecimientos han llegado a ser tan traumáticos en la historia
nacional como lo que sucedió en este lugar. Pero antes, es muy
recomendable que visites Kankirixche. Para internarse dejarte ir por completo en su desafiante cenote.
Kankirixche es un monumento natural te cautiva de golpe por la variedad de árboles y plantas que allí se encuentran. El nombre de Kankirixche
-cuyo significado es fruto del árbol amarillo- nace de un árbol que
está en la boca del cenote. Este lugar es perfecto para hacer buceo en
caverna, ya que las piedras que se ven en el fondo no pertenecen
únicamente a los restos del techo desplomado del cenote debido a un
cambio geológico sino a una descomunal cantidad de estalactitas,
estalagmitas y fragmentos de cerámica y osamentas mayas de hace miles de
años, cuando todavía no había agua en este insólito sitio.
La zona de la caverna bajo el agua, es una de las más grande que se conocen hasta ahora en México,
con profundidades que van desde los cinco hasta los cincuenta metros, y
tiene una forma circular con un diámetro de hasta noventa metros.
Maní fue cubierta de sangre, llantos y
lamentos en julio de 1562, cuando Fray Diego de Landa, tras enterarse de
la existencia de una cueva en la que habían sido escondidos manuscritos
y códices mayas, llevó a cabo un aterrador auto de fe en la explanada
del convento franciscano, donde fallecieron más de 10 mil indígenas y
fueron incinerados 500 ídolos, 13 enormes piedras que servían de altares
y 27 rollos de escritura jeroglífica que contenían el registro
histórico de la civilización maya.
En los alrededores de Kankirixche es fascinante observar la fauna: desde iguanas y lagartijas hasta tzutzys, chachalacas y víboras.
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