Con su modernísimo Barrio de los Museos,
recién hecho, cuyos cafés y restaurantes no cierran ni de día ni de
noche, la majestuosa capital de Austria está demostrando que mira al futuro sin olvidar que ha sido un ejemplo en el pasado. Viena
todavía tiene revoluciones que encabezar en el arte y en la vida de la
gente. Por eso se llena de extranjeros que quieren escuchar un vals en
el palacio de Sissí, la Emperatriz, conocer las casas de genios de la
música, los cafés llenos de historia y, naturalmente, los dulces
secretos de la Sachertorte. Pero también quieren salir de fiesta y
perderse en El Triángulo de las Bermudas, ver su gran Teatro de la Ópera
y las casas medievales que vienen andando desde el año 700. Viena, capital imperial de los nobles placeres, nunca se rinde.
Viena ha sido cabeza de
imperios enormes, y eso, naturalmente, excita el orgullo de los
vieneses cuando recuerdan su pasado. Al salir de la plaza de la Ópera
con una grabación para turistas pinchada en la oreja, un cronista tuvo
que escuchar la siguiente afirmación: El país de los Habsburgo llegó a
reinar en América latina por medio de la corona española.
Suena como un exceso, pero la verdad es que Viena
con los Habsburgo y en otras épocas supo de imperios donde casi no se
ponía el sol. Fue capital del Sacro Imperio Romano germánico y de los
imperios austriaco y austro-húngaro.
Su más remoto antecedente es un
campamento celta instalado por el Imperio Romano, para proteger su
frontera sur: se llamó Vindobona en latín Desde el siglo X, la dinastía
germana de Badenberg gobernó Viena durante casi 300
años, en los que destacó como centro comercial. Ya era ciudad imperial
en el año en 1237, por decisión de Federico II. Más tarde, en el siglo
XIII, pasó a depender de los Habsburgo. En el siglo XVI ya era
residencia permanente de los emperadores de Alemania. Sitiada por
Solimán II y 120 mil soldados, logró resistir, y 40 mil turcos murieron.
Luego soportó otros sitios. Una muralla fortificada protegía a la
ciudad. En 1723 fue declarada capital del imperio austriaco después de
la abdicación de Francisco como emperador de Alemania. Estuvo ocupada en
dos oportunidades por la Francia de Napoleón, a principios del siglo
XIX, cuando ya era una de las capitales de la música universal. A
mediados del mismo siglo, el emperador Francisco José hizo
transformaciones urbanas muy importantes; la principal, demoler las
murallas que rodeaban la ciudad, y construir el anillo vial, el Ring o
Ringstrasse, que es la vía principal de Viena hasta hoy.
Después de la primera guerra mundial, luego de que abdicara Carlos I, fue proclamada la República de Austria, y así Viena
murió para siempre como capital imperial. Veinte años después fue
invadida y anexada por la Alemania de Hitler -que había nacido en Austria, en el pueblo limítrofe de Braunau-, y luego de la derrota nazi pasó al control de las tropas aliadas.
Recobró su independencia en 1955. Viena es ahora una enorme cabeza de un pequeño país. Un gran país para el turismo, la música y la historia.
En la ciudad de Viena
te recomendamos visitar: el Barrio de los Museos; el Carnaval de enero;
el Palacio Imperial; Schönbrunn; Belvedere; la Catedral de San Esteban;
Wipplinger Strasse; El Danubio no Azul; la Escuela de Equitación
Española; el Centro Histórico y la Ringstrasse; el Hotel Imperial; el
Hotel Altstadt, el Museo de Historia Natural; Museums Quartier; el Museo
Habitación Freud; el Museo de Bellas Artes; la Casa de Schubert; entre
otros lugares, pero lo más fascinante es recorrer los más de 300
kilómetros en bicicleta.
La mejor época para visitar Viena
es mayo y junio o, septiembre (ópera y teatro) y octubre. No es normal
encontrar taxis libres circulando por la ciudad, se toman en sus lugares
de estacionamiento.
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