A finales del siglo XIX, la Colonia
Americana aportó dos novedades: calles en diagonal, a diferencia de la
orientación norte-sur de la ciudad, y residenciales afrancesadas,
adornadas con mascarones, guirnaldas, coronas y otras aplicaciones
florales, y mansardas para nieve, elemento insólito en una ciudad donde
jamás nieva. Con el paso del tiempo se dividió en las colonias Juárez y
Cuauhtémoc, separadas por el eje financiero y comercial de la ciudad:
Paseo de la Reforma.
Una porción de la colonia Juárez fue nombrada Zona Rosa
a mediados de los años 60 del siglo XX. Se atribuye el nombre al
escritor Luís Guillermo Piazza, por un artículo que publicó en 1967. La
versión picaresca asegura que el nombre derivó de una broma colectiva
entre los intelectuales que dieron en reunirse en los cafés y bares del
lugar y que con su presencia atrajeron la prosperidad de todas las
formas del comercio, incluida “la más antigua”, y por ello le llamaron Zona Rosa “para no llamarla con un color más encendido”.
En la Zona Rosa el
visitante encontrará excelentes opciones de hoteles, artesanías,
antigüedades, galerías de arte, joyerías, boutiques, algunos de los
mejores restaurantes de la ciudad, cafés, bares, espectáculos,
librerías, artículos esotéricos, agencias de viajes, bancos, discotecas,
tiendas de música, museos, bibliotecas y las oficinas de muchas
empresas de gran renombre.
A partir del ocaso, la Zona Rosa
se transmuta. Algunos de los restaurantes de primera clase funcionan
hasta muy tarde. Operan varios centros nocturnos, bares y discotecas
adecuados para quienes sólo desean mirar un espectáculo o tomar unas
copas, y abundan los del tipo mundano, en una escala que va desde la
rosa hasta el inframundo.
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