Cuando en los albores del siglo XIX, Alexander von Humbolt llamó a la Ciudad de México
“Ciudad de los Palacios”, se refirió a los numerosos y majestuosos
edificios que vio en lo que hoy llamamos Centro Histórico, y seguramente
jamás consideró la posibilidad de que el inmueble ruinoso que en aquel
tiempo ocupaba la cima del Cerro del Chapulín, llegaría a convertirse en
un ícono urbano.
En el cerrillo se han hallado restos teotihuacanos y toltecas y se sabe que sobre el lugar donde se yergue el Castillo de Chapultepec
hubo un templete mexica que después de la Conquista española fue
reemplazado por una capilla dedicada a San Miguel Arcángel.
Posteriormente, como parte de su plan para reservarse la zona, Hernán
Cortés hizo construir un fortín que más tarde fue fábrica de pólvora.
A mediados del siglo XVIII, el virrey
Matías de Gálvez, ordenó al ingeniero Francisco Bambiteli (o al
arquitecto Miguel Constanzó, según otras fuentes) la traza de la que
sería una residencia de descanso Ese virrey nunca vio más allá de los
planos, pues murió en 1784, pero al año siguiente, su hijo Bernardo de
Gálvez, también virrey de la Nueva España, hizo que el ingeniero Agustín
Mascaró comenzara la construcción del hoy en día Castillo de Chapultepec.
Bernardo de Gálvez, nunca pudo habitar su residencia, ni siquiera
concluirla, porque la Corona española ordenó la suspensión de la obra
como consecuencia del costo enorme contra el erario virreinal y también
por el perfil político del virrey, supuesto conspirador en cuyas manos
sería riesgoso dejar un palacio que fácilmente podía convertirse en
fortaleza sobre la posición estratégica del cerrillo.
En 1792 el virrey Revillagigedo intentó concluir el Castillo de Chapultepec
para instalar ahí el Archivo General del Reino de Nueva España, pero
tampoco tuvo éxito. El inmueble se vendió al Ayuntamiento de México
en 1806 y ese organismo ordenó que fuera desmantelado, para poner en
remate puertas, ventanas y toda porción susceptible de tal acción. En
añadidura, el Castillo de Chapultepec fue gravemente dañado por un sismo en el año 1819.
Entre 1841 y 1843, 20 años después de la independencia, el Castillo de Chapultepec
fue adaptado para servir como sede del Colegio Militar, y en tal
función fue que sufrió el asalto armado de las tropas estadounidense en
1847. El colegio fue reinstalado ahí en 1861 y hasta la ocupación de la Ciudad de México por los franceses.
Al elegir el Castillo de Chapultepec
como residencia, en 1864, Maximiliano de Habsburgo hizo reparar el
inmueble y especialmente el ala Oriental, destinada a sus habitaciones.
Fue en ese tiempo cuando surgió la moda de utilizar la palabra “alcázar”
en vez de “castillo” para referirse a la residencia imperial y
distinguirla del palacio real (Palacio Nacional).
En 1872, el presidente Sebastián Lerdo de tejada estableció la residencia oficial en el Castillo de Chapultepec. A partir de 1876 y hasta 1910, el presidente Porfirio Díaz utilizó el inmueble como despacho y lugar de descanso.
El despacho presidencial continuó en el Castillo de Chapultepec
hasta 1939, cuando el presidente Lázaro Cárdenas entregó el inmueble a
su única y verdadera propietaria: la nación mexicana. Decretó entonces
que ahí se instalara el Museo Nacional de historia, función que tiene el
inmueble hasta hoy. En un decreto complementario se estableció que el
ala Oriental debía conservarse como muestra de las formas de vida de los
diferentes habitantes del Castillo de Chapultepec. Tal decisión, aunada a la costumbre, motivó una distinción convencional entre las dos alas del Castillo de Chapultepec:
a la sección de las habitaciones se le llama Alcázar, y a la otra,
Castillo. Ambas secciones y el resto de las construcciones sobre el
cerrillo conforman el Museo Nacional de Historia.
Puedes visitar el Castillo de Chapultepec,
de martes a domingo desde las 09:00 hasta las 17:00 horas y se
encuentra dentro del Bosque de Chapultepec, cuya zona de acceso es por
la estación del Metro Chapultepec.
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