Bilbao, una suite barata y los peligros del Circo del Sol

La Semana Santa ha sido larga y ha dejado muchas anécdotas, pero iré por partes. Empecemos con la escapada a Bilbao: una visita relámpago que tenía programada desde el día de Reyes, cuando le regalé a mi novia unas entradas para ver allí el espectáculo Varekai, del Cirque du Soleil.El viaje empezó en Barcelona (como siempre) y terminó en Portugalete, donde había conseguido -pocos días antes- una habitación en un hotel de 3 estrellas por 50€. Normalmente llamo a las pensiones o busco los peores hoteles (¡viajar más barato permite viajar más veces!), pero Bilbao estaba a tope en la noche del sábado (4 de abril) al domingo. En un fin de semana se concentraban, entre otras cosas: el Circo del Sol (que estará allí hasta el 5 de mayo), el partido del Athletic (que ganó 2-1 al Mallorca), el concierto de AC/DC (y sus locos seguidores) y unas oposiciones para más de 60.000 personas. Para una ciudad con 350.000 habitantes era mucha caña, así que tuve que ir rebajando exigencias (o, más bien, aumentando) hasta encontrar el Gran Hotel Puente Colgante, situado a orillas del Nervión.
Pocas veces me he sentido tan satisfecho con la elección del hotel. En primer lugar nos sorprendieron las bonitas vistas del río, de la bahía de Bilbao y del impresionante Puente Colgante (o Puente de Vizcaya), que se alza majestuoso ante la fachada del hotel. El puente, por cierto, es Patrimonio de la Humanidad y fue inaugurado en 1893. En segundo lugar nos gustó mucho el trato y, sobre todo, el detalle de ofrecernos una suite al mismo precio que la habitación doble que había pagado. Cosas del overbooking, supongo.

Después de 6 horas de viaje aquella habitación nos parecía doblemente suite, pero el tiempo apremiaba y no pudimos disfrutar de la cama de 2m x 2m que teníamos a nuestra disposición. Una ducha caliente (en una bañera infinita) y rumbo a nuestro objetivo: Varekai.
Las carpas estaban (y, como he dicho, estarán hasta el 5 de mayo) cerca de la parada de Deusto, junto al río. El metro te acerca desde el propio Portugalete, así que pudimos olvidarnos del coche por unas horas. Tampoco éramos los únicos que se dirigían hacia allí, así que fue fácil encontrarlo. Luego vinieron algunos minutos de espera, el ir y venir de los acomodadores y, por fin, el silencio, la oscuridad, las primeras luces sobre el escenario: el espectáculo comenzaba.

Ya había visto al Circo del Sol en Barcelona con Quidam, pero creo que aquí se han superado. Merece la pena hacer un esfuerzo (económico) para verlo. Por cierto, os aconsejo las entradas más baratas. No sólo por el ahorro, sino porque merece la pena verlo todo con un poco de perspectiva. Las carpas no son muy grandes y, si no te tapa una columna o quedas demasiado escorado, cualquiera de los asientos más baratos permite disfrutar del espectáculo. Muchas de las actuaciones son aéreas y casi todas están pensadas para ser vistas desde cualquier ángulo. El precio oscila entre los 35€ y los 90€, aunque hay varios tipos de descuentos. Ahora mismo sólo tienen este espectáculo en España (hay otros muchos dando vueltas por el mundo o fijos en ciudades concretas, como Las Vegas), pero estarán en Gijón entre los meses de julio y agosto.

Decía que se superaron y el público lo demostró: más de un cuarto de hora aplaundiendo y todo el mundo en pie al final de la actuación. Los protagonistas tuvieron que volver varias veces para agradecer los aplausos. La magia que desprendieron tuvo un 95% de culpa, pero quizá una pequeña parte de esa ovación iba dedicada exclusivamente a uno de ellos: un acróbata que demostró ser humano. Y es que en el tercer número, con el público ya entregado, uno de los chicos que participaba en las increíbles volteretas sobre uno de sus compañeros (en el vídeo puede verse un fragmento de estas acrobacias) cayó al suelo por dos veces, obligando en la segunda a pausar la actuación. El impacto, de espaldas, provocó un gran susto, pero el chico pudo incorporarse con ayuda de los otros acróbatas. Y no solo eso. Unos segundos después ya estaba dándolo todo como si no hubiera pasado nada. La gente aplaudia a rabiar.

Por la noche pudimos disfrutar por fin de la suite y al día siguiente hicimos una breve visita a Bilbao. Con las horas contadas, sólo pudimos dar un paseo desde el Guggenheim hasta el casco viejo. Lógicamente no nos fuimos sin dar buena cuenta de tantos pintxos como pudimos, pero la capital del Nervión se merece más tiempo, así que queda pendiente una visita en toda regla.

Os dejo algunas fotos:
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