

Después de 6 horas de viaje aquella habitación nos parecía doblemente suite, pero el tiempo apremiaba y no pudimos disfrutar de la cama de 2m x 2m que teníamos a nuestra disposición. Una ducha caliente (en una bañera infinita) y rumbo a nuestro objetivo: Varekai.

Ya había visto al Circo del Sol en Barcelona con Quidam, pero creo que aquí se han superado. Merece la pena hacer un esfuerzo (económico) para verlo. Por cierto, os aconsejo las entradas más baratas. No sólo por el ahorro, sino porque merece la pena verlo todo con un poco de perspectiva. Las carpas no son muy grandes y, si no te tapa una columna o quedas demasiado escorado, cualquiera de los asientos más baratos permite disfrutar del espectáculo. Muchas de las actuaciones son aéreas y casi todas están pensadas para ser vistas desde cualquier ángulo. El precio oscila entre los 35€ y los 90€, aunque hay varios tipos de descuentos. Ahora mismo sólo tienen este espectáculo en España (hay otros muchos dando vueltas por el mundo o fijos en ciudades concretas, como Las Vegas), pero estarán en Gijón entre los meses de julio y agosto.
Decía que se superaron y el público lo demostró: más de un cuarto de hora aplaundiendo y todo el mundo en pie al final de la actuación. Los protagonistas tuvieron que volver varias veces para agradecer los aplausos. La magia que desprendieron tuvo un 95% de culpa, pero quizá una pequeña parte de esa ovación iba dedicada exclusivamente a uno de ellos: un acróbata que demostró ser humano. Y es que en el tercer número, con el público ya entregado, uno de los chicos que participaba en las increíbles volteretas sobre uno de sus compañeros (en el vídeo puede verse un fragmento de estas acrobacias) cayó al suelo por dos veces, obligando en la segunda a pausar la actuación. El impacto, de espaldas, provocó un gran susto, pero el chico pudo incorporarse con ayuda de los otros acróbatas. Y no solo eso. Unos segundos después ya estaba dándolo todo como si no hubiera pasado nada. La gente aplaudia a rabiar.
Por la noche pudimos disfrutar por fin de la suite y al día siguiente hicimos una breve visita a Bilbao. Con las horas contadas, sólo pudimos dar un paseo desde el Guggenheim hasta el casco viejo. Lógicamente no nos fuimos sin dar buena cuenta de tantos pintxos como pudimos, pero la capital del Nervión se merece más tiempo, así que queda pendiente una visita en toda regla.
Os dejo algunas fotos:



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