Tipos de viajeros

Viajar es conocer a los demás y conocerse a uno mismo. Dando vueltas por el ancho mundo uno podrá ver muchos tipos de viajer@s y nunca dejará de sorprenderse con la gran variedad de formas que tenemos de hacer turismo. Incluso podemos llegar a sorprendernos de nuestra forma de hacer turismo. De mis escasos años de experiencia como viajero he sacado algunas conclusiones que me apetecía compartir. Aquí os dejo mi listado de tipos de viajer@s en clave humor y os animo a aportar los vuestros (que añadiré al post si os parece bien... y si me gustan). Por cierto, ¿de qué tipo eres tú?

  • El fotógrafo. Nunca viaja sin su cámara (o sin sus cámaras). Este tipo de viajer@ ha podido evolucionar con la era digital (hace más fotos), pero sigue siendo reconocible por llevar 5 kilos de peso al cuello y un macuto lleno de cosas supuestamente útiles. Sabe que ha estado en Egipto porque al llegar a casa y descargarse las fotos ve por primera vez las pirámides. Nosotros sabemos que ha estado porque nos lo dice, pero nunca le vemos en las fotos... todas muy bonitas, todas muy artísticas... y todas solemnemente aburridas.
  • El coleccionista. Tiene un listado con las "cosas que hay que ver" y las va tachando según avanza el viaje. No importa si las ha disfrutado o no; lo importante es tener una cruz en todos los sitios. Consulta blogs como éste para que alguien le diga lo que es digno de ver y lo que no. Jamás se entretiene en contemplar algo si no lo ha visto antes en la guía, pero puede hacerle 100 fotos a una estatua que ni siquiera le gusta sólo porque alguien dijo que era importante. Tiene en casa entradas y tickets de lugares que no puede recordar (porque estuvo 15 minutos) y una foto delante de cada edificio ilustre que visitó. Por otra parte, sabe perfectamente cuántos países ha visitado y ve la Tierra como un tablero de Risk.
  • El alternativo. Se jacta de haber estado en Roma y no haber visto el Coliseo o de haber recorrido toda China esquivando siempre la Gran Muralla. Su principal objetivo es evitar al resto de turistas y cualquier foco de interés público en general. La calle realmente bonita siempre es la de detrás, el paisaje más asombroso es el que había donde nadie fue y los mejores lugares para comer son los que no recomiendan las guías.
  • La oveja. El turista oveja necesita que le guíen incluso para ir al lavabo. No sabe hacer nada por sí mismo y alucina cuando descubre que hay que gente que ha ido a Mallorca sin pasar por una agencia de viajes. Precisamente las islas y las playas son su hábitat natural, aunque es frecuente encontrarle en cruceros por el Mediterráneo. De todos modos, con un buen guía y un buen rebaño viajan a cualquier parte. Nunca se ha cruzado con el "viajer@ alternativo".
  • El pastor. En clara contraposición al viajer@ oveja, el viajer@ pastor siempre controla la situación y toma decisiones incluso cuando no tiene ni idea de lo que está haciendo. Habla con todo el mundo en cualquier idioma, interpreta mapas indescifrables y confía en su instinto para llegar a su destino (aunque un buen pastor prefiere prescindir de los mapas y de la gente). Si el viajer@ pastor te hace dar un rodeo es para que conozcas mejor la zona.
  • El consumista. Su equipaje pesa 5 kilos a la ida y 32 a la vuelta. Su afán por acumular recuerdos no tiene límites. Además, gusta de comprar "cositas" a buen precio: ropa, zapatos, pieles, sedas, alfombras e incluso algun cacharro de nueva tecnología. Todos sus amigos y familiares tienen la maldita réplica de la Torre Eiffel en sus estanterías (o al menos la sacan cuando él viene de visita).
  • El intrépido. El viajer@ intrépid@ no teme a nada ni a nadie. Se siente cómodo en los barrios más marginales de las ciudades más marginales, se abre paso en las selvas amazónicas sin ayudarse siquiera de un palo y se come esos platos de bichos que los demás no se atreven ni a mirar. Cuando narra sus viajes la gente se muestra incrédula, pero suele tener alguna foto borrosa que demuestra que el tiburón era verdad.
  • El camaleón. L@s viajer@s camaleónic@s se sumergen en la cultura y costumbres lugareñas con absoluta facilidad, llegando a cambiar de vestuario, lengua y color de piel si es necesario. Después de una semana de viaje es imposible distinguirlos de los nativos. Son especialmente sensibles a esos detalles que suelen pasar desapercibidos para los demás: la mirada perdida de un anciano, la sonrisa de una niña que juega en la calle o dos perros copulando en medio de la carretera.

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